dormida?

A mi hija Paula le encantan los kiwis. Esto es tan cierto, que hoy en el super los vi, y agarré una bolsita para poner varios para ella, que andaba toqueteando todo con Santu por otras góndolas. Cual fue mi sorpresa cuando la veo venir junto a  una bolsa llena de kiwis, que al grito de «ma mirá lo que traje» y una sonrisa de ojitos pícaros dejó casi al lado de la que yo ya había puesto.

Y hace un rato, cuando me levanté de la cama —otra vez con insomnio— me fui a la cocina y me agarré uno, me acordaba de su carita y se me explotaba el corazón. Lo comí parada en la cocina, agarré una cucharita, le saqué la tapita y fuí sacando el contenido, que es para mi, la mejor forma de comerlo. A mi también me encantan, esa mezcla de dulce y ácido creo que no la tiene ninguna fruta. Me acuerdo la primera vez que los vi, tendría 15 años y mi mamá había llegado con la novedad que el verdulero había traído unas frutas exóticas. El cuento era que el sabor podía ser diferente cada vez que comías uno, y yo no se si el tipo se drogaba o que, pero el kiwi tiene el mismo gusto siempre: a kiwi.

Seguía con hambre, abrí la heladera para agarrar otro, y veo sin poder creerlo el pote de «Pantene Pro V – Tratamiento Intensivo para Brillo» en uno de los estantes silbando bajito, ¡me agarró un ataque de risa! Quien sabe dónde tenía la cabeza cuando guardé las cosas de la compra, en su lugar seguro que no. O será la edad, me está llegando la ancianidad.

Otra vez son las tres de la mañana, pero ahora entiendo un poco el porque de mi desvelo. Es que se me hizo un círculo vicioso; antes de ayer dormí cuatro horas nada mas y cuando  llegó la tarde hubo un momento que me recosté para hablar por teléfono y quedé ahí, disimuladamente cerré los ojos y me abandoné. Pero, ese ratito fue suficiente para que a la noche no  esté muerta de sueño y otra vez me acosté  tarde. Obviamente, no logré amanecer temprano ni de casualidad, y eso que varias veces escuché que sonaba el teléfono de casa, el celular, nuevamente el de casa, el celular… Ahí logré reaccionar y ví que era de uno de mis laburos, atiné a ver que eran casi las doce del mediodía y me dije  muy a mi pesar «es hora».

Lo curioso es que odio despertarme tarde. Soy mas bien diurna. Me encanta aprovechar el día, y así como voy… Me voy a tener que convertir en drácula.

(Aunque hable boludeces y no cuente de entrenamientos, lo estoy haciendo!)

 

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Tic tac

El reloj marca las 3:55 A.M, es oficial: tengo insomnio. Desde hace como cuatro horas que intento que el sueño me llegue, pero no hay caso. Estuve en la cama hasta pasadas las tres (sin saberlo). Me levanté y me fui hacia el living, con la exasperación a niveles inimaginables y la cabeza ya mareada de dar vueltas sin encontrar rumbo.

Y de marearme en la cama, pasé a marearme en la web. Deambulé sin sentido por diversas páginas, de casualidad llegué a la página de una diseñadora llamada Meisi, que te provoca amor a primera vista de todo lo que tiene en su portfolio. Pero claro, todo tiene su fin y me quedé sin nada mas nada que chusmear. Hice un test rápido para ver si el sueño estaba en puerta, pero dio negativo. Miré hacia la cocina, y me esperaban los platos de la cena (cosa habitual en casa, odio lavar los platos, y ni siquiera está mi hijo mayor para pedírselo porque está visitando a su padre en Caracas!).

Fui lavando todo, hasta que no quedo nada. Le di una pasadita a un vaso que tengo ahí en penitencia desde hace semanas ya que Paula lo llenó con quien-sabe-que-cosa-de-color-lila y cada vez que lavo, intento sacar algún pedacito que ya haya tirado la toalla y desiste de ese piquete intra-vaso. Limpié el piso; regué mis plantaciones de cactus bebés; le dí agua a mis pequeños Lithops con el temor que siempre me inunda cuando lo hago, previo pensar y tratar de recordar si no fue hace poco que los regué, contándolos para saber si después de unos días se me murió alguno (¿alguna vez estarán lo suficientemente grandes como para no estar con el corazón en la boca pensando que los estaré por ahogar?), en fin ¡no demoré mas que unos 15 minutos en todo eso! Y todavía seguía con mi insomnio a cuestas.

Santi y Pauli duermen a pata suelta ¿no se me contagiará si me acerco mucho pero mucho a ellos?

Recordé que el domingo, en el cumpleaños de mi hermana Poty, me «tocó» un libro que estaba en tránsito hacia lo de mamá: «El testamento Maya», claro que no se si estoy para leer sobre el fin del mundo, pero seguro me entretiene.

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